En los atletas sin discapacidades, el intenso ejercicio físico automáticamente aumenta el ritmo de los latidos del corazón y la presión sanguínea. Pero las personas en sillas de ruedas no tienen esa opción.
Para generar un aumento en la presión sanguínea pueden recurrir a otra solución: inducir lo que se conoce como un estado de disrreflejo. Se denomina así a un reflejo que se produce cuando la parte baja del cuerpo es sometida a estímulos dolorosos sostenidos.
Este recurso puede generar paros cardíacos y derrames cerebrales, pero los atletas que están en sillas de ruedas no se dan cuenta.
"Es algo muy extremo y tenemos que recordarles a los atletas que es muy peligroso", expresó Craig Spence, vocero del Comité Paralímpico Internacional (CPI).
El CPI prohibió la práctica en el 2004 y dice que no hay pruebas de que sea algo común.
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