sábado, 31 de marzo de 2012

Pierre de Coubertin lo hizo posible 1.500 años después

El 6 de abril de 1896, el rey Jorge I de Grecia declaraba inaugurados los pri­me­ros Jue­gos Olímpicos de la era mo­der­na. El mo­vi­miento olímpico había na­ci­do. Des­pués de tantos problemas, por fin el barón Pierre de Coubertin veía su sueño he­cho realidad.

Dos años antes se había decidido por los delegados de los 34 países que asistieron al congreso del Comité Olím­pico Internacional (COI) en París, que Atenas fuese sede de estos juegos, pese a que la situación económica no era la mas idónea y las distintas for­ma­ciones políticas del país y el gobierno no estaban dispuestos a colaborar.

Como consecuencia de este in­con­ve­nien­te, hubo que buscar financiación pri­vada, un griego, llamado George Ave­gos, donó un millón de dracmas, dinero que se destinó a restaurar el antiguo estadio de Atenas.

El restablecimiento de los Juegos Olím­picos atrajo a 241 atletas, de ellos nin­guna mujer, de 14 países, las de­le­ga­cio­nes más numerosas fueron las de Gre­cia, el anfitrión, Alemania, Francia y Gran Bretaña.

El 6 de abril de 1896, el estadounidense James Connolly ganó el triple salto, y se convirtió así el primer campeón olím­pi­co des­de hacía más de 1.500 años. Los ven­ce­do­res recibían una medalla de dinero y una rama de olivo. El ale­mán Carl Schumann se clasificó entre los cuatro primeros en cinco pruebas di­fe­rentes de tres deportes.

Los atenienses acogieron los Juegos con entusiasmo y fueron re­com­pen­sa­dos cuando un pastor griego, Spyridon Louis, ganó la prueba más popular: el maratón, de 42,195 kilómetros. Los de­por­tes pio­ne­ros en las olimpiadas fue­ron: at­le­tis­mo, ci­clis­mo, esgrima, gim­na­sia, hal­te­rofilia, lu­cha gre­co­rro­ma­na, natación, tenis y tiro olímpico.

PIERRE DE COUBERTIN

El barón Pierre de Coubertin nació el 1 de enero de 1863 y murió 2 de sep­tiembre de 1937. Fue un pedagogo fran­cés e historiador pero es mun­dial­men­te famoso por ser el fundador de los Jue­gos Olímpicos modernos.

Su padre deseaba que fuera militar, pero su temperamento sensible, chocó con la dura disciplina de la Academia Militar de Saint-Cyr. Colgó las armas para dedicarse a la pe­da­gogía.

Se fue a Inglaterra a perfeccionar sus estudios, donde conoció la doctrina del cristianismo muscular, que trataba de la búsqueda de la perfección es­pi­ri­tual por medio del deporte y la higiene. Uno de los más destacados seguidores de esta ideología era el pastor anglicano Thomas Arnold y Coubertin se convirtió en su discípulo.

Comienza a divulgar estos métodos por toda Francia. Crea sociedades atléticas en los institutos que se asocian en la Unión de los Deportes Atléticos. Funda la primera revista dedicada al deporte: la Revue Athletique, y logró que el go­bier­no francés la incluiya en los pro­gra­mas de la Exposición Uni­ver­sal de 1889.

Es cuando comienza a soñar con unir en una extraordinaria competición a los deportistas de todo el mundo, bajo el signo de la unión y la hermandad, sin ánimo de lucro y sólo por el deseo de conseguir la gloria, competir por com­pe­tir y lo importante es participar. La idea de Coubertin parecía insensata.

Intentando convencer a todos, viajó por todo el mundo hablando de paz y comprensión entre los hombres.

El nadador húngaro Alfréd Hajós ganó en los 100 metros y 1.200 metros libres. Para esta última carrera, los na­da­do­res fueron transportados en barco, dejándolos regresar solos hasta la orilla. Al terminar la carrera afirmó que más lo impulsó su deseo de sobrevivir que el de ganar la carrera.

Las competencia de levantamiento de pesas se llevaron a cabo en el Estadio Olímpico. El británico Launceston Elliot y el danés Viggo Jensen llegaron primero y segundo en los eventos de uno y dos brazos.

En esgrima se establecieron categorías amateur y maestros. Ésta último marcó el primer precedente de participación de profesionales en los Juegos Olímpicos. Por mucho tiempo, la esgrima fue el único deporte olímpico que admitía deportistas profesionales. En la final de florete amateur quedaron dos franceses y el ganador fue Eugè­ne-Henri Gravelotte. En la categoría pro­fe­sio­nal, el ganador fue Leonidas Pyrgos. Fue el primer campeón olímpico griego de la era moderna. En sable ganó el griego Ioannis Georgiadis.

La prueba de ciclismo resultó agotadora. Éste es un deporte que ha evolucionado mucho desde esta época, sobre todo para hacerlo más atrayente tanto para el público como para los participantes.

En gimnasia, el equipo de Alemania ganó en barras paralelas y en barra fija.

EL MINUTO CERO

En la última sesión del Con­gre­so Internacional de Educación Física que se celebró en la universidad de La Sorbona de Pa­rís, Francia, el 26 de ju­nio de 1894, se de­ci­dió instituir los Juegos Olím­pi­cos. En In­gla­te­rra, esta idea no es bien re­ci­bi­da. Alemania intentó boicotear los juegos. Grecia se opone, y su Jefe de gobierno qui­so im­pe­dir su realización, pues aquel lío saldría muy caro a su país.

CUESTIÓN DE BILLETES

Coubertin consiguió que el Príncipe heredero de Grecia, el Duque de Esparta, in­ter­ce­die­ra ante el káiser Guillermo, emperador de Alemania y cuñado suyo, para convencer a los in­gle­ses y a su propio go­bier­no. El Prín­cipe logra que se emi­tan sellos con­me­mo­rativos para financiar los Jue­gos. Ade­más crea una suscripción pública con tan buenos re­sul­tados que con­si­gue que Jorge Averof, un rico de Alejandría, reconstruya el es­ta­dio de Atenas.

LOS PENALES

Para los medios de comunicación italiana, los pe­nales no son una lotería, tal como lo piensa el director téc­nico argentino César Luis Me­notti, sino una ciencia, el diario deportivo Corriere dello Sport, al día siguiente de la eliminación itálica tituló: “Vicini es el gran responsable de és­ta eliminación”. El mismo dia­rio explicaba en una de sus notas: “Nos creíamos los me­jores y la cancha nos desmintió. Nos falta el con­duc­tor y ellos tienen al mejor”. Azeglio Vicini fue el técnico de Italia en ese certamen.

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